ASI NACIÓ MI AMOR POR BRASIL
Era el año 1980, yo era un pequeño niño de 5 años a punto de cumplir 6 y había llegado a Cachoeira do Bom Jesus con mis padres y mis hermanos en un flamante Peugeot 504 verde que arrastraba un pesado tráiler cargado con un bote inflable de pontones amarillos y piso desmontable de madera barnizada. El baúl iba lleno de equipaje para los cinco, nosotros llenos de ilusiones y el bote lleno de provisiones como para un batallón. Si bien adonde íbamos no era el desierto del Sahara, no era tan fácil conseguir provisiones como lo es ahora, por eso nos habían recomendado llevar comida desde Buenos Aires.
Para ir a un supermercado "decente" había que ir a Florianópolis y como en aquel entonces no estaba la autopista y el asfalto llegaba a la rotonda de entrada, ir "hasta Florianópolis" era todo un programa...
Ese primer año nos hospedamos en el Cachoeira Praia Hotel, un hermoso hotel en una ubicación privilegiada con salida directa al mar, departamentos de 2 pisos, hermoso parque y a pocos metros del "centro" de Cachoeira do Bom Jesús que en aquel entonces era apenas una pescadería, un mercado, una escuela y muy pocas casitas de madera cuyos dueños estaban comenzando a pensar en la idea de quizás alquilarlas a turistas alguna vez. Al año siguiente volvimos a Brasil, pero se ve que los ahorros no eran los mismos que los del año anterior, por lo que comenzamos a recorrer la ruta en busca de algo más económico. Lo encontramos. Una señora que pronto aprenderíamos que se llamaba Marina, nos ofreció un pequeño departamento de 2 ambientes con baño privado, aire acondicionado y cocina a gas; con estacionamiento y un quincho enorme al fondo con una gigantesca parrilla. Hasta tenía ganchos para colgar hamacas paraguayas, las cuales no tardaríamos en comprar. Demás está decir que nos quedamos en ese paraíso al cual regresamos religiosamente cada febrero durante más de 20 años, hasta que hace pocos años comenzamos a recorrer otros destinos. Era sobre el mar, en aquel entonces, todo era sobre el mar, alquilar algo a 2 cuadras del mar era imposible, porque no había nada para alquilar "tan lejos" de la playa.
Año tras año "Doña Marina" nos invitaba a hospedarnos en su hotel en Canasvieiras, el Marina's Palace Hotel, que iba creciendo y mejorando, pero nosotros seguimos fieles a las casitas que tenía en Cachoeira do Bom Jesús. No éramos los únicos. Cinco familias más compartían nuestra pasión por ese lugar, algunos se quedaban solo una quincena y otros nos acompañaban todo el mes. Había niños de edad similar a la mía, algunos argentinos, algunos brasileños. Jugando fuimos aprendiendo los idiomas, juegos, canciones y costumbres de los otros. Mientras mis amigos brasileños me hacían escuchar a los entonces desconocidos Paralamas do Sucesso y Legião Urbana, con mis hermanos les cantábamos canciones de Sui Generis y Raúl Porchetto (¡bueno! ¡estaba de moda, che!). Mientras los chicos jugábamos, los grandes fraternizaban con sus pares brasileños sobre las diferencias entre el mate y el chimarrão, o las similitudes y diferencias entre el forró y el chamamé.
Muchos años han pasado y muchas cosas han cambiado. El bote, que era amarillo, luego fue verde y naranja. Donde antes había rutas de tierra, ahora hay autopistas. Las casitas de madera le cedieron lugar a muy confortables hoteles y condominios, y el salvavidas antes inflable ahora está incorporado bajo la piel. Pero hay algo que permanece intacto: El recuerdo de aquellas vacaciones con amigos, castillos de arena, carnavales, cumpleaños en vacaciones, la amistad de doña Marina y su familia y algo casi igual de importante: El mar, tranquilo como una pileta, con su temperatura súper agradable y las puestas de sol doradas sobre las montañas del continente que nunca son iguales, pero siempre son hermosas.
A los que siempre me preguntan "¿Cómo nació tu pasión por Brasil?" les respondo:
"Si durante un mes despertaras cada mañana en un lugar así y te fueras a dormir todas las noches escuchando el ruido de las suaves olas, ¿no estarías apasionado también por ese lugar?"